Todos tenemos momentos en la vida en los que algo nos va mal: problemas de salud, dificultades en el trabajo, crisis de pareja, pérdida de un ser querido, problemas de autoestima, depresión, ansiedad…

Cuando algo no va bien nos genera pensamientos y sentimientos desagradables. Y como no nos gustan esos pensamientos y sentimientos desagradables, utilizamos estrategias para controlarlos e intentar sentirnos mejor.

Usamos dos grandes tipos de estrategias de control: de huida y de lucha.

Estrategias de huida

Las estrategias de huida buscan escapar de los sentimientos y pensamientos desagradables. Algunos ejemplos son:

Escapar: evitas las situaciones que te provocan las sensaciones desagradables y nunca te enfrentas a ellas. Por ejemplo, evitas ir al médico para que no te detecte ningún problema de salud.

Distraerse: distraes tu atención en otra cosa. Por ejemplo, fumar o comer algo cuando te sientes ansioso o aburrido.

-Insensibilizarse: olvidas tus pensamientos y sentimientos desagradables usando medicación, drogas, alcohol o durmiendo demasiado.

Estrategias de lucha

Las estrategias de lucha buscan dominar los sentimientos y pensamientos desagradables. Algunos ejemplos son:

Suprimir: intentas eliminar los pensamientos y sentimientos indeseados, eliminarlos de tu mente. Y cuanto más los niegas, con mas fuerza vuelven a aparecer.

Discutir: discutes con tus propios pensamientos creando un autodiálogo continuo sobre aquello que te preocupa y dándole vueltas y más vueltas.

Hacerse cargo: intentas controlar esos pensamientos negativos diciéndote cosas positivas como ánimo, tú puedes, todo va a salir bien…

¿Y qué tienen de malo estás estrategias? Cuando se utilizan de vez en cuando, para momentos puntuales, son efectivas y beneficiosas. Pero cuando tienes un problema de larga duración y usas estas estrategias de forma sistemática, entonces se convierten en un problema.

Abusar de las estrategias de control te lleva a utilizarlas en situaciones en las que no pueden funcionar y te impiden afrontar lo que te ocurre. Al final, dejas de hacer las cosas que realmente te importan. Por ejemplo, si tienes problemas en el trabajo y te distraes comiendo más para calmar tu ansiedad ni solucionas lo que te ocurre en el trabajo y además te sientes peor por comer demasiado.

El grado de control que tienes sobre tus pensamientos y sentimientos desagradables depende de su intensidad. Cuánto más intensos, más difíciles son de controlar. Por eso, las estrategias de control te llevan a reducir el malestar emocional a corto plazo, pero disminuyen tu calidad de vida a largo plazo porque no afrontas el problema que te causa ese malestar emocional.

Te animo a que dediques un rato a reflexionar sobre cuáles son tus estrategias de control, detecta cuáles estás utilizando en tu día a día y qué es lo que intentas evitar. A continuación, plantéate las consecuencias que puede tener para ti estar evitando ese problema. Y atrévete a enfrentarte a tu dolor, a soportar los pensamientos y sentimientos desagradables mientras afrontas la causa que los provoca. A corto plazo será duro, lo pasarás mal, pero a medio/largo plazo supondrá una mejora de tu calidad de vida. Y recuerda que, si no te sientes capaz, para eso estamos los profesionales de la psicología, para ayudarte.


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