Hoy quiero hablar sobre un tema que nos va a traer quebraderos de cabeza durante los próximos días: los compromisos.

Y es que la navidad está muy cerca, época de compromisos por excelencia: regalos, invitaciones, reuniones, comidas, cenas, familia, amigos…

Todo eso son cosas buenas, ¿no? Pues depende. Porque muchas veces pueden ser fuente de estrés, de malestar, de conflicto y de frustración.

Y si en todas las navidades surgen este tipo de problemas, en esta Navidad la situación se complica mucho con el COVID-19, ¿juntarnos o no juntarnos? ¿viajar o no viajar? ¿qué hacemos?

¿Por qué tenemos compromisos?

Un compromiso es algo que no queremos o no nos apetece hacer, pero que hacemos por temor a la reacción de los demás.

Todos tenemos compromisos, forma parte de las relaciones. No siempre podemos hacer lo que nos apetece puesto que eso puede hacer daño a otras personas. Hasta aquí bien.

Pero, plantéate ¿cuántos compromisos tienes que tal vez sean evitables? ¿qué esta suponiendo eso para ti?

Esta Navidad, por ejemplo: tal vez prefieras no juntarte con tu familia por la situación con el COVID-19. Pero tus familiares te presionan, te dicen que les hace ilusión, que cómo les vas dejar solos en Nochebuena…

Además, por supuesto, del riesgo de contagio, quiero hablar sobre el coste psicológico que esto tiene.

¿Cómo nos afectan los compromisos a nivel psicológico?

Nos provocan una disonancia: hacer lo que queremos/creemos que es mejor o ceder y satisfacer a los demás. Esta disonancia tiende a resolverse hacia satisfacer a los demás.

Esto ocurre porque estamos llenos de “deberías” con los demás para evitar el rechazo o el conflicto. Y eso nos lleva a comportarnos como no queremos solo para evitar una reacción negativa de los demás.

A corto plazo, parece resuelto. Los demás están contentos y tu te sientes algo mejor, te estas evitando complicaciones.

¿Seguro? ¿Te has planteado que pasa en el medio y largo plazo?

¿Qué es lo que ocurre a medio y largo plazo?

Ocurre que puedes tener emociones como rabia, resignación, apatía… Porque estás haciendo algo que no quieres sólo por no decir que no. Y además, estás creando precedentes: en el futuro esas personas te volverán a pedir lo mismo… o algo más. Porque así funcionan las relaciones. Y te vas llenando de compromisos.

Y si esto lo hacemos con todos y como costumbre, al final nuestra vida termina siendo todo compromisos, vivimos para los demás, pero no vivimos nuestra vida. ¿Os parece exagerado? Pues es un motivo frecuente en la consulta: aprender a decir que no.

¿Por qué es tan importante aprender a decir que no?

Aprender a decir que no es fundamental para tener una autoestima fuerte y construir unas relaciones sanas.

Nos permite tener más tiempo para hacer las cosas que verdaderamente nos satisfacen, para estar con las personas a las que queremos y para validar nuestros deseos y opiniones.

Nos cuesta mucho decir que no porque tiene un coste emocional: a veces provoca el rechazo de los demás, nos da miedo cómo van a reaccionar, no nos gusta el conflicto o después puedes sentirte culpable.

Pero recuerda que el coste de no saber decir que no es mucho más elevado: vivir una vida que no es la tuya.

Así que os propongo que dadas las fechas que vienen y la situación que tenemos, es buen momento para hacer un “inventario de compromisos” para priorizar lo más importante: qué compromisos tienes y con quién, por qué deberías hacerlo y qué pasa si no lo haces.

Y ya sabes, si necesitas apoyo, la psicología puede ayudarte.


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