¿Por qué hay personas que se crecen ante las dificultades y otras que se hunden?

¿Por qué hay personas que experimentan mayor cantidad de emociones positivas y otras muchas más emociones negativas?

La primera respuesta te puede venir es: porque depende de sus circunstancias. Pues no. El contexto influye y mucho, por supuesto, pero no determina cómo una persona afronta la adversidad. Hay otra habilidad que influye en cómo afrontas las dificultades de la vida y es la flexibilidad psicológica.

La flexibilidad psicológica, definida por Steven C. Hayes “es la capacidad de pensar y sentir con apertura mental, de asistir voluntariamente a la experiencia del momento presente y de avanzar hacia donde queremos.”

Se trata de aprender a vivir con los pensamientos y las emociones que te resultan dolorosos. Normalmente, tenemos dos formas erróneas para afrontar lo doloroso:

  • Negar el dolor, reprimiéndolo o automedicándote. Evitas pensar, sentir o hablar de lo que te duele y lo tapas con actividades para desahogarte.
  • Quedarte atrapado en el dolor, dándole vueltas y preocupándote.

En ambos casos, te lleva a hacer cosas que no te conviene: comer mal y demasiado, beber de más, postergar fechas de entrega, provocar discusiones con seres queridos… Cualquiera de estos ejemplos, cuándo se repite, te puede llevar a problemas graves como trastornos alimenticios, adicción a sustancias, crisis de pareja o renuncia a anhelos vitales.

La flexibilidad psicológica es aceptar el dolor cuando lo hay y vivir la vida como quieres vivirla. Observar sin juzgar lo que te duele, porque lo que más duele es lo que más importa.

A continuación, te presento tres hábitos para desarrollar tu flexibilidad psicológica:

Defusión de pensamiento: sé consciente de tus pensamientos, pero no te sumerjas en ellos ni dejes que te atrapen. Normalmente asumimos como cierto lo que dicen nuestros pensamientos y determinan lo que hacemos. Pero los pensamientos van y vienen, dependen de cómo juzgues una situación, de cómo esté tu estado de ánimo…

Aceptación: date permiso para sentir, también cuando son emociones desagradables. Vive lo que quieras vivir aceptando que hay dolor, que viene y va.

Presente: quita la atención del pasado y del futuro y céntrala en el presente. En lo que puedes y quieres hacer ahora. Y no en arrepentirte de cosas del pasado que no puedes cambiar o anticipar problemas del futuro que no sabes si sucederán.

Son hábitos para cultivar en tu día a día, para poco a poco cambiar la forma con la que afrontas tu vida y desarrollar una mayor flexibilidad psicológica. En definitiva, tratar la vida como un proceso que hay que vivir y no como problema a resolver.


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