La vida es un continuo cambio. Desde cuando eres niño y como una esponja absorbes conocimiento; pasando por cuando eres un adolescente y crees que todo está hecho en tu contra; hasta que eres un adulto supuestamente preparado para la vida.
Se habla mucho últimamente y en mi opinión mal, de la palabra «riesgo». Los riesgos que conlleva las decisiones, el riesgo de salir de la zona de confort, quién no arriesga no gana…
La Rae define riesgo como contingencia o proximidad de un daño.
Parece que damos por hecho que lo desconocido nos va a traer más daños. Por ejemplo: casos de gente que está en un trabajo cómodo y recibe una oferta de un sitio diferente. Dejar su trabajo lo estamos llamando a arriesgar y por supuesto que lo es porque podría salir mal. Pero también puede salir bien. ¿Y dónde está la garantía de que quedarse en el mismo trabajo es la mejor opción? Esto aplica a cualquier decisión vital. La rutina y el tedio hace enormes destrozos en la vida.
Por eso quería dedicar una pequeña reflexión a la palabra riesgo. Toda decisión conlleva un componente de miedo a lo desconocido y eso es lo que nos provoca la sensación de estar arriesgando. Pero recuerda que riesgo es la posibilidad de perder… o de ganar.
Por Borja Garayoa